“Usura: Préstamo con un interés excesivo” (Diccionario de la Lengua Española). ¿Cuánto es excesivo? ¿Quién lo determina? ¿Un comité de sesudos senadores?
Los senadores de todos los partidos políticos simplemente no alcanzan a entender el por qué del nivel de los intereses y de las comisiones que los bancos establecidos en México, de capital nacional o extranjero, les cobran a sus clientes, acusándolos de que estos son excesivos, acusándolos de usureros. El notorio desconocimiento, aunado a una posición populista y hasta de mala fe hacia los bancos, los ha llevado a amenazar con legislar para que el Banco de México fije exógenamente tanto las tasas activas de interés como las comisiones, sin darse cuenta de que ello introduciría una gravísima distorsión en el sistema bancario mexicano, una que mermaría significativamente la solidez del sistema con un enorme costo para los usuarios de la banca, tanto depositantes como demandantes de crédito. Un ejemplo más de “buenas intenciones y malos resultados”, utilizando la frase acuñada por Santiago Levy.
Argumentar, como lo hacen algunos senadores, de que los bancos de capital extranjero establecidos en México deberían cobrar tasas y comisiones iguales a las que prevalecen en sus países de origen, es no reconocer que existen elementos locales que llevan a que los niveles de estas dos variables sean superiores aquí, siendo estas condiciones de mercado, lo que se puede ver al comparar las comisiones y tasas que cobran los bancos de capital mexicano, mismas que no difieren significativamente de las cobradas por los bancos extranjeros.
Varios son los elementos que explican el por qué las mayores tasas y comisiones: mayor costo efectivo de fondeo para los bancos, mayores cuotas correspondientes al seguro de depósitos, mayor riesgo efectivo de no pago por parte de los deudores, procesos extremadamente largos y notoriamente costosos cuando es necesario recurrir al poder judicial para la adjudicación de garantías sobre un crédito, barreras de entrada relativamente elevadas de nuevos participantes al mercado bancario que inhibe una mayor competencia, etcétera.
No tomar en consideración estos elementos y pensar que imponiendo controles de precios es la forma de abaratar los servicios bancarios, es no haber aprendido de la historia económica. Los controles de precios, no importa en qué mercado se apliquen, invariablemente terminan dañando a los demandantes, a los consumidores. Cualquier control exógeno sobre las tasas de interés y/o las comisiones se traduciría en una reducción en la cantidad ofrecida de crédito, en una menor calidad de los servicios bancarios así como el surgimiento de mecanismos de “no mercado” para racionar la demanda de crédito, todo ello en detrimento del bienestar de los clientes de las instituciones bancarias.
Los senadores tienen la espada desenvainada y están sedientos de sangre, cual Drácula durante sus paseos nocturnos. Si siguen adelante con su idea de regular exógenamente las tasas de interés y las comisiones, tendrán su sangre, pero no será la de los banqueros; será la sangre, la pérdida en el bienestar de todos nosotros, usuarios de los servicios bancarios.