9:00 am. Silbatazo de inicio de la Copa Mundial de Futbol; México se paraliza para ver a 22 tarugos persiguiendo una pelotita con la ilusión de que ahora sí la van a hacer, que ahora sí van a jugar el elusivo quinto partido e inclusive, por qué no, llegar a ser campeones. Una inmensidad de mexicanos trae puesta la playera de la selección, la verde o la negra, legal o pirata, eso no importa. Lo que importa es dejar ver que ellos sí están con la selección, que ellos sí aman a este país. El honor de México está en juego y se disputa en un área de 7140 m2.
9:00 am; los restaurantes y bares están llenos, huevos fritos acompañados de un tequila y una cerveza bien fría. No importa que sean la nueve de la mañana; que juegue la selección mexicana de futbol lo justifica. Las oficinas y otros centros de trabajo, dejan de serlo; todos atentos a la televisión, al radio o a la internet, siguiendo las incidencias del juego. ¡Qué mejor momento para ir al banco, está vacio! El nerviosismo, la angustia, se deja ver en el rostro de los mexicanos. ¿Podremos? ¿Ganaremos o perderán?
Escenario 1: 10:45 am.; el partido acabó y de ganar la selección mexicana, una feliz marabunta se arrojará a las calles a festejar; el Paseo de la Reforma se cerrará porque hay una multitud en el Ángel de la Independencia; no importa que ya no estén allí los huesitos de los “héroes que nos dieron patria”. Casi nadie trabajará porque hay que festejar, ver de nuevo los goles, comentar lo buenos que son “nuestros muchachos”, todos ellos dirigidos por Javier Aguirre, todo un fregón. ¡Ganó México, qué fregones somos!
Ganó la selección; razón de más para seguir festejando a lo largo del día, dedicando otras dos horas del horario laboral para ver el partido entre Francia y Uruguay. Ganó México; ¡ahora sí la vamos a hacer! Y ya verán lo que haremos contra las otras dos selecciones de nuestro grupo.
Escenario 2: 10:45 am; el partido acabó y de perder la selección mexicana se sentirá, se palpará la tristeza que nos agobiará. Es tal la depresión que no habrá ganas de trabajar. Se comentará hasta el cansancio lo torpe que se vieron “nuestros muchachos”, lo amedrentados que se vieron frente a la selección del país anfitrión, lo mal que dirigió Javier Aguirre a la selección, los errores que cometió al elegir a los once iniciales y los cambios que debería haber hecho pero que no hizo, la parcialidad del árbitro a favor de los sudafricanos. ¡Perdió la selección; bola de güeyes! ¿Qué no entienden que el honor de México está en juego? ¿Qué no entienden que depositamos en ellos toda nuestra confianza y que nos defraudaron? Qué horror; ahora qué dirán de México. Y perdieron frente al presidente que se tomó la molestia de echarse el viaje solo para verlos jugar y darles su apoyo moral, ¡qué deshonra!
Perdió la selección; ni modo, pero no todo está perdido, todavía quedan los otros partidos contra Francia el 17 de junio y contra Uruguay el 22 de junio. Allí “nuestros muchachos se sacarán la espina que nos clavaron los sudafricanos”.
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