En unos pocos días el Presidente Calderón enviará al Congreso de la Unión su propuesta fiscal para el próximo año y lo único que hay hasta el momento es muy poca claridad sobre lo que se va a proponer, particularmente en lo que respecta a los impuestos. Sin embargo, una cosa queda clara: no importa lo que se proponga y finalmente apruebe, nuestro sistema tributario seguirá siendo notoriamente ineficiente, difícil y caro de administrar para las empresas, los individuos y el propio gobierno y se seguirá sin resolver, una vez más, la debilidad estructural de las finanzas públicas y la alta dependencia fiscal de los ingresos petroleros. Es realmente increíble que transcurran los años, el diagnóstico ahí está y no se hace lo que se requiere para tener un sistema tributario limpio y eficiente, uno del cual se deriven los incentivos al trabajo, el ahorro y la inversión que estén alineados con el objetivo de crecimiento económico alto y sostenido, uno que le de solidez de largo plazo a los ingresos tributarios del gobierno.
Pudiendo tener un diseño del sistema tributario simple de entender y administrar, que incentivara el crecimiento económico y que dotara al gobierno de los recursos necesarios para financiar aquellas actividades que efectivamente le competen, lo que tenemos, y seguiremos teniendo, es uno que parece ser diseñado con perversidad por los contadores públicos y abogados fiscalistas de este país para que sigan obteniendo rentas extraordinarias, en colaboración con los partidos políticos que no pueden ver más allá del siguiente proceso electoral, sea estatal o federal.
Propongo lo siguiente: vámonos por una regla tributaria de todo al 20% con las siguientes características. Primero, se elimina el ISR a las personas morales y se adopta íntegramente, tal como fue inicialmente diseñado, el IETU a una tasa del 20%. Segundo, se homogeneíza el IVA a una tasa también del 20%. Tercero, se establece un ISR proporcional a las personas físicas también del 20%, aplicando esta tasa a lo que resulte de la diferencia entre los ingresos brutos totales generados durante el año, sin exenciones, y lo que establezca el CONEVAL como la línea de pobreza de capacidades, junto con transferencias directas al ingreso a todos aquellos que estén por debajo de esta línea de pobreza, diseño que permite mantener la progresividad del impuesto y logra alcanzar la equidad horizontal, en donde todos pagan la misma tasa impositiva independientemente de su fuente de ingresos. Además, este esquema permitiría prácticamente eliminar la elusión tributaria que ahora se deriva de todos los regímenes de excepción.
Aunado a lo anterior y que se constituiría como el corazón del sistema tributario, hay otra serie de gravámenes a considerar. Menciono dos. Uno es el “impuesto al vicio” aplicados a las bebidas alcohólicas, cigarros, etc. Aquí habría que legalizar la marihuana y gravarla, con la ventaja de que la renta que ahora obtienen los cárteles se la apropiaría el gobierno. Otro impuesto a considerar, dado el compromiso que el gobierno mexicano asumió en la reunión de Copenhague sobre cambio climático en materia de reducción de emisiones contaminantes y sobre lo cual no ha hecho absolutamente nada, como es costumbre en este país, es adoptar a partir del próximo año un esquema de “carbon taxes” y la subasta de permisos de contaminación.
Todo lo anterior no va a pasar, pero bueno, soñar no cuesta. Total, ni a que nuestros legisladores realmente les importara el futuro de México.
lunes, 23 de agosto de 2010
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