En el artículo de la semana pasada señalé diversos elementos prevalecientes en el marco institucional que se han conjuntado para que la productividad haya estado prácticamente estancada por los últimos treinta años, siendo esto la principal explicación del mediocre crecimiento que ha experimentado la economía durante este periodo y que se ha reflejado en que el PIB real por habitante no haya crecido.
Señalé cuatro: la baja tasa de acumulación de capital humano además de que es de mala calidad, la excesiva e ineficiente regulación federal, estatal y municipal a la que se enfrentan las empresas, un sistema de seguridad social dual (IMSS – seguro popular) y un sistema judicial, particularmente los estatales, que no protegen eficientemente los derechos privados de propiedad ni garantizan, de manera imparcial eficiente y expedita, el cumplimiento de los contratos. Además de estos cuatro, existen otros elementos que existen en la economía que también contribuyen a que la productividad no haya crecido.
Un quinto elemento es la baja calidad de la infraestructura en el país, particularmente en áreas que son críticas, como son las carreteras, así como la infraestructura eléctrica y petrolera. En cuanto a las carreteras, una parte significativa de ellas se encuentra en mal estado por no haber recibido el mantenimiento adecuado, lo que se traduce en mayores costos de transporte. Por lo que toca a la infraestructura eléctrica y petrolera, la mala calidad de éstas y los altos costos que representan para los usuarios se deriva de que son sectores en donde prevalece el monopolio gubernamental, dominado además por sindicatos que actúan como buscadores de rentas. El resultado es que la infraestructura del sector energético nacional es obsoleta y los bienes y servicios que producen son de mala calidad y, consecuentemente, muy caros para los usuarios. Tener una infraestructura de mala calidad, con los consecuentes mayores costos, derivan en una menor productividad para la economía en su conjunto y en un menor crecimiento económico.
Un sexto elemento es la prevalencia de monopolios y prácticas monopólicas, tanto en el sector privado como en el gubernamental. Además de la ya señaladas en el sector energético nacional, hay otros sectores que son claves para explicar el estancamiento de la productividad y el mediocre desempeño de la economía, destacando el de las telecomunicaciones. La prevalencia de monopolios no solo conlleva un mayor costo para los usuarios sino que además, se convierte en un elemento que inhibe la inversión y el crecimiento de la productividad.
Un séptimo elemento es la prevalencia, a pesar de la estabilidad macroeconómica, de altas reales de interés en el financiamiento al sector privado. La ineficiencia y corrupción que existe en los aparatos judiciales estatales y que, como se señaló, no garantiza el cumplimiento de los contratos, introduce un elemento de alto riesgo para los intermediarios financieros, lo que se traduce en que estos cobrarán a todos los demandantes de crédito tasas de interés más elevadas. Esto obviamente deriva en un menor monto de financiamiento al sector privado, lo cual desincentiva la inversión, el crecimiento de las empresas y el aumento de la productividad.
Llevamos 30 años con este muy ineficiente marco institucional y no parece que existan las fuerzas que lo puedan modificar. De ahí que no sorprenda que la productividad esté estancada y que la economía no crezca.
jueves, 1 de julio de 2010
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