lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Hacia dónde?

Pasaron los festejos del bicentenario, ocasión para sentirse orgulloso de ser mexicano. Fiesta, jolgorio, pirotecnia, un desfile el 15 por la tarde – noche que intentó repasar algunos aspectos de la historia de México, con el último cuadro rindiendo tributo a la muy mexicana muerte. Rara, muy rara elección de los organizadores del evento, cerrar el desfile con la muerte, el fin de la historia.
Y el futuro, ¿dónde quedó? A 200 años del inicio de la lucha por la independencia, ¿qué queremos para nuestro país? ¿Dónde está la visión de Estado? ¿Cómo retomar la senda perdida del desarrollo económico? ¿Qué modificaciones se requieren en el arreglo institucional del país para introducir a México en un proceso sostenido de desarrollo económico?
En 200 años mucho se ha logrado. El PIB por habitante, medido en dólares corrientes, se multiplicó 500 veces; la esperanza de vida al nacer pasó de 25 a 75 años; la tasa de alfabetización aumento notablemente, tal que ahora “sólo” el 10% de la población mayor a 15 años es analfabeta, cuando antes era de casi el 90%; casi todos los mexicanos tienen, en alguna medida, acceso a servicios de salud; prácticamente todos los habitantes en zonas urbanas tienen una calidad de vida muy superior a la que tenían la realeza europea del siglo XVIII.
Sí, mucho se ha logrado pero lo hasta ahora alcanzado está muy lejos de ser satisfactorio. 189 años después de haber alcanzado la independencia, casi la mitad de la población sobrevive con un ingreso menor a dos dólares diarios y la mitad de ellos lo hacen con menos de un dólar diario; tenemos una de las distribuciones del ingreso más inequitativas del mundo, reflejo de una muy notoria inequidad de oportunidades. Nuestro sistema educativo, diseñado para atender masas, provee en general un servicio de muy mala calidad, sucediendo prácticamente lo mismo con el sector salud. Los ciudadanos comunes y corrientes somos presa de un sistema político – económico diseñado para la apropiación de rentas, uno que en consecuencia castiga la generación de riqueza, un sistema dominado por grupos de interés que se benefician del statu quo ineficiente. Y cada día que pasa perdemos lugares en los diferentes índices de competitividad internacional. El resto del mundo avanza y aquí seguimos atascados, atorados con un arreglo institucional que inhibe el desarrollo económico. ¿Hacia dónde tenemos que movernos?
Entrar en detalles y enumerar uno por uno los cambios que se requieren, va más allá del espacio permitido y del propio alcance de este artículo, pero todos esos cambios pueden englobarse en un solo concepto: la libertad. Requerimos, como país, movernos hacia un arreglo institucional en donde lo que prevalezca es la libertad de los individuos para elegir como asignar los recursos que son de su propiedad en condiciones de igualdad de oportunidades de acceso a todos y cada uno de los mercados y con sus derechos de propiedad eficientemente definidos, garantizados y protegidos.
Requerimos, como visión de Estado, un arreglo institucional en donde prive, en lo político y en lo económico, la competencia y la rendición de cuentas, uno en donde se castigue la apropiación de rentas y se premie la generación de riqueza. Requerimos un arreglo institucional en el cual lo más importante es el individuo, en sí mismo y para sí mismo.
Solo si nos movemos en esa dirección, México podrá realmente festejar en el futuro el éxito alcanzado.

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