lunes, 22 de noviembre de 2010

Vivir en el D. F.

Jorge Ibargüengioitia escribió en el periódico Excelsior, entre 1969 y 1976, una serie de artículos que fueron compilados posteriormente por Guillermo Sheridan en un libro que recibió por título Instrucciones para Vivir en México. En ellos relata, desde su característica ironía, parte de la idiosincrasia del pueblo mexicano y su convivencia social. Sin llegarle ni siquiera a los talones de quién ha sido uno de los grandes escritores que ha habido en la literatura mexicana, he aquí una muy pequeña contribución a esa maravillosa línea desarrollada por Ibargüengioitia enfocada al DeFectuoso 2010. El D. F., la Ciudad de los Palacios tal como la describió Alexander von Humbolt y, simultáneamente, un infierno. Es tal la dualidad que caracteriza nuestra ciudad capital, que se requiere una rápida y simple guía para poder sobrevivir.
Si es usted un común peatón, antes de ingresar a transitar por las calles de la Ciudad, debe haber adquirido y perfeccionado todas las habilidades de un atleta. Usted debe ser lo suficientemente hábil para poder caminar por banquetas rotas sin quebrarse los tobillos y evadir el excremento de perros. Cruzar las calles requiere más habilidad que Gaona para torear a los automovilistas, que habiéndolo divisado, enfilan su arma mortal para tratar de pasarle rozando y pegarle un susto “jijo de la chingada”, ante lo cual lo único que usted puede hacer es dar un salto que hubiese sido la envidia de Mike Powell, poseedor del record mundial de salto de longitud y, simultáneamente, alzar el brazo derecho con el puño cerrado para recordarle la maternidad al susodicho automovilista, cosa que Powell nunca hubiera podido hacer.
Si usted es un consuetudinario usuario del transporte público, debe haber desarrollado las siguientes habilidades: a) de luchador de Sumo para subir y bajarse del Metro; b) tener vista de águila para poder identificar a los taxis piratas so pena de ser secuestrado y asaltado (además de violada en caso de ser mujer); c) de perico de jaula para poder dormir agarrado del tubo del camión o del Metro sin caerse y tener además la habilidad cuasi – mágica de despertarse unos segundos antes de llegar a la parada en la cual hay que descender; d) pulmones de un buceador sin tanque de oxigeno para respirar el menor número de veces posible dentro del transporte público.
Caminando por el DeFectuoso, tiene que haber adquirido las mejores artes de la ilusión óptica para deshacerse, sin levantar sospechas, de pañuelos faciales, envolturas, latas o botellas de agua o refresco, etcétera, porque bajo ninguna circunstancia encontrará un bote para la basura.
Si usted es un automovilista, debe tener siempre presente lo siguiente: a) saber dónde se establecen los alcoholímetros o, de perdida, tener activo el Twitter de su celular para que le avisen adonde están y no acabar con todo y huesos en el “Torito”; b) saber cuales son los puntos de tránsito conflictivo en donde es altamente probable que lo asalten, siempre a la vista de un policía; c) tener siempre al menos $200 en la cartera porque la probabilidad de que lo extorsione un policía siempre es positiva; d) estar atento a las alertas por radio porque un día sí y al siguiente también, es altamente probable que le toque alguna manifestación de la izquierda “progresista”, movimientos afines o sindicatos, siempre acompañados y protegidos por la policía, no vaya a ser que sean agredidos por algún enojado ciudadano.
Vivir en el D. F., un verdadero paraíso.

martes, 16 de noviembre de 2010

G - 20

Como se podía haber anticipado, la reunión del G – 20 en Seúl, sin que haya sido un fracaso estrepitoso, no fue sin embargo una en donde se haya llegado a acuerdos duros, particularmente en dos materias relacionadas entre sí: la “guerra cambiaria” y la propuesta de Estados Unidos de limitar los desbalances en la cuenta corriente de la balanza de pagos de cada uno de los países.
En la primera materia, el tema central es la decisión del gobierno chino de no permitir una mayor flexibilidad del yuan, misma que llevaría a una revaluación de esta moneda frente al dólar. La decisión de mantener depreciada su moneda, lo que de hecho representa un subsidio cambiario a las exportaciones chinas hacia el resto del mundo, a costa de un salario real menor para los trabajadores de ese país y un beneficio para los consumidores mundiales de estos bienes y de sus sustitutos, ha tenido como resultado un significativo superávit en la cuenta corriente y se ha traducido en una cuantiosa acumulación de reservas internacionales, mismas que se mantienen mayoritariamente en bonos del Tesoro estadounidense. El acuerdo al que se llegó fue el de no recurrir a “devaluaciones competitivas” y una vaga promesa del gobierno chino de permitir un “ajuste ordenado y paulatino” de la cotización del yuan frente a otras monedas.
Y esto lleva al segundo tema: los desequilibrios de la cuenta corriente. Estados Unidos propuso en la reunión que cada país que conforma el G -20 se comprometiera a que su desequilibrio externo, medido como el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos como porcentaje del PIB, no superara en cada año el 3%, propuesta que fue rechazada principalmente por Alemania, China y Rusia. El argumento central de la propuesta estadounidense es que aquellos países que mantienen un significativo superávit en la cuenta corriente deberían reducir su ahorro y aumentar el gasto interno, contribuyendo de esta manera a una recuperación más rápida de la economía mundial.
Aunque esta propuesta pudiese tener algún sentido, esconde sin embargo el hecho de que el desbalance negativo que actualmente se observa en la cuenta corriente de Estados Unidos es el resultado de las decisiones que este país ha tomado en materia fiscal y monetaria, ambas de carácter expansivo.
En materia fiscal, el significativo déficit del gobierno federal estadounidense y su financiamiento a través de la emisión de deuda, mismos que son acumulados por el resto del mundo y que significa un superávit en la cuenta de capitales de Estados Unidos, tiene necesariamente como contrapartida un déficit en la cuenta corriente. A esto hay que agregarle el hecho de que la política monetaria de la Reserva Federal ha sido notoriamente expansiva, “inundando” el resto del mundo de dólares. La decisión que recientemente tomó la Fed de comprar bonos de mediano plazo del Tesoro estadounidense hará que la política monetaria sea todavía más expansiva, lo que tenderá a reflejarse en un mayor déficit en su cuenta corriente, aun a pesar del debilitamiento del dólar frente al resto de las monedas.
El mundo está pasando por una época complicada, caracterizada por una muy débil recuperación del crecimiento económico, particularmente en los países desarrollados. Obviamente se requiere de acuerdos internacionales, pero también es claro que la economía mundial no regresará a una senda sostenida de crecimiento económico mientras cada país, en lo interno, no arregle los aspectos fundamentales de su política económica, en particular sus desequilibrios fiscales.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Todo sereno

Como en los viejos tiempos, cuando existían policías de barrio en la Ciudad de México que hacían sus rondas nocturnas, gritando cada hora a la hora para que los vecinos lo escucharan, como por ejemplo “las 12 y todo sereno”, parecería que en el México de hoy todo está sereno; parecería que vivimos en un país en donde no sucede nada relevante de ser comentado, nada que se salga de lo habitual.
¿Qué es lo habitual que ya ni siquiera llama la atención? El campeonato del fútbol mexicano, dominado por un cartel monopsónico que opera en abierta violación de los artículos 5, 28 y 123 de la Constitución, es igual de mediocre y aburrido que todos los años; los asesinatos entre diferentes carteles del crimen organizado se siguen acumulando, unos días más que otros pero nada que ya no sea común; un día sí y al otro también asesinan a alcaldes o policías municipales o se les acusa de estar coaligados con el crimen organizado, pero a nadie realmente le importa o le sorprende; la corrupción gubernamental sigue igual o peor que siempre, pero a nadie le importa, menos aun a la Secretaría de la Función Pública, a la Auditoría Superior de la Federación, a la PGR o a las procuradurías estatales; en el Congreso de la Unión discuten temas intrascendentes, mientras que los que realmente importan son “demasiado delicados” para abordarlos porque lo único que importa es como aparecer ante el electorado en las siguientes elecciones; los gobiernos estatales y municipales siguen ejerciendo el poder y el gasto público con la mayor opacidad posible y nadie reclama; la piratería sigue tan campante como siempre y la PGR, “solo mirando”; la delincuencia, en delitos del fuero común, sigue actuando con el mismo grado de impunidad y las policías, procuradurías y juzgados estatales, como si no existieran; los servicios de educación y salud pública están por la calle de la amargura, pero nadie reclama; al interior de los diferentes partidos políticos se “agarran hasta con el cucharón” para hacerse del poder, pero es en realidad irrelevante.
En fin, en México todo está sereno; está tan sereno que el resto del mundo avanza a una velocidad que en esta época no es muy acelerada, pero que vista desde nuestro estancamiento, parece ser vertiginosa. Tres décadas de estancamiento en el PIB por habitante, seis lustros en donde el bienestar de la mayor parte de la población no ha mejorado, 30 años en donde la población ha visto frustrada, una y otra vez, la esperanza de una mejora en su nivel de bienestar presente, pero más aun en el bienestar de las generaciones futuras. 30 años en lo cuales hemos desperdiciado como país, en repetidas ocasiones, la oportunidad de meternos en una senda de desarrollo económico sostenido.
Después de todos estos años de estancamiento, ¿qué se requiere para romper el impasse? Nuestro sistema democrático, aunque bienvenido como sistema electoral, está diseñado para que no suceda nada relevante, al menos no en lo que importa que es hacer los cambios estructurales que nos permitan como país retomar de manera sostenida el crecimiento económico. Es obvio que se requiere un cambio significativo de las reglas de juego y movernos hacia un sistema en donde predomine la rendición de cuentas. De lo contrario, seguiremos en la serenidad; pobres pero serenos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Corrupción

La noticia apareció y prácticamente nadie hizo mucho caso; al parecer, como se ha comentado en diversas ocasiones y medios, los mexicanos hemos perdido la capacidad de asombro. Prácticamente ninguna noticia negativa, a menos que sea algo realmente muy dramático, mueve a los mexicanos, los pone a pensar. Así sucede con los eventos diarios ligados al combate al crimen organizado y la lucha entre los diferentes carteles; 10, 20, 30, 50 muertos en un solo día ya no causan asombro, son eventos que ya pasaron a formar parte de la cotidianeidad y normalidad de la vida en este país.
Y así pasó con la noticia de que de acuerdo al Índice de Percepción de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional, México tuvo un significativo retroceso respecto de años anteriores, al obtener una calificación de 3.1 sobre 10, lo que nos sitúa en el lugar 98 de un total de 178 países analizados. Noticia realmente negativa por sus implicaciones en cuanto al efecto sobre el desarrollo económico y prácticamente nadie hizo mucho caso, excepto por menciones marginales de los Secretarios de la Función Pública y de Hacienda, más las acusaciones sin mucho sustento realizados por los mediocres políticos mexicanos en contra del Presidente Calderón, haciéndolo a él el único responsable, cuando lo que se observa es que la mayor incidencia de corrupción gubernamental se da en los gobiernos estatales y municipales, sin que por ello se exima al gobierno federal de los actos de corrupción que se registran en este orden de gobierno.
Aunque la percepción de mayor corrupción en México se pueda deber a las noticias que a diario aparecen sobre el contubernio de funcionarios gubernamentales con el crimen organizado, sea como protectores o como parte misma de los carteles, lo cierto es hemos vivido ya por muchos años en un entorno en donde la incidencia de corrupción, en los tres niveles de gobierno, ha sido muy elevada. Y la corrupción cuesta y mucho, no solo porque conlleva una transferencia de rentas hacia los funcionarios corruptos, sino que también inhibe la inversión y por lo tanto el crecimiento económico. Es, por lo mismo, un juego de suma negativa.
El listado de actos de corrupción es enorme. Burócratas que interpretando y aplicando discrecionalmente la regulación, extorsionan a las empresas y se apropian de una parte del flujo de utilidades de las inversiones privadas; pagos para acelerar un trámite; adjudicación de contratos de obra pública a cambio de un soborno; policías que protegen a los delincuentes o son ellos mismos los delincuentes; ministerios públicos que “arman” los casos dependiendo de quién paga; jueces que dictan sentencia de manera parcial; corrupción en las aduanas; corrupción en los centros penitenciarios; pagos extraordinarios para recibir un servicio público básico como es el caso de que recojan la basura en los domicilios; pagos que se exigen para que conecten servicios de electricidad y agua potable en las nuevas construcciones, etcétera. La lista parece no tener fin.
Cada uno de los actos de corrupción que se cometen en el país tiene un costo. Menor inversión, menor calidad de las obras públicas, pérdida de ingresos personales, menor generación de empleos y más; en suma, menor crecimiento económico y menores niveles de bienestar. Y a pesar del enorme costo que la corrupción impone sobre el país, muy poco se hace al respecto porque, como en otros ámbitos de la vida nacional, el tinglado institucional está armado para premiar la apropiación de rentas. Un drama más que a nadie parece importarle.

Visión de corto plazo

El arreglo institucional en el que vivimos los mexicanos está diseñado para que el horizonte de planeación, tanto en el sector público como en el sector privado, tienda a ser uno de corto plazo. Importa solo lo que va a pasar inmediatamente, el mes próximo, el próximo año; es extremadamente raro escuchar algún planteamiento sobre el futuro más lejano, una visión sobre lo que se espera de este país en las próximas décadas.
En el ámbito político es en donde es más notoria la visión de corto plazo que se tiene. Importa la siguiente elección, la ganancia política inmediata, la rebatiña por el presupuesto anual para mantener o inclusive aumentar el poder político que cada quien tiene en su propio feudo, sean estos secretarios de estado, gobernadores o presidentes municipales, sin importar realmente si el gasto que se va a ejercer es socialmente rentable; el único criterio que importa es si el gasto que se ejerce es políticamente rentable. México es un país que carece de políticos que tengan visión de Estado. Es la ausencia de estadistas lo que conduce a una frustrante parálisis en el ejercicio del poder público, una inamovilidad que impide que se concreten las reformas estructurales que se requieren para que el país pueda crecer a tasas más elevadas. Nunca es momento de hacer estas reformas porque “el costo político” es “demasiado elevado” y nadie está dispuesto a asumirlo.
Mientras el resto del mundo avanza, aquí seguimos trabados en discusiones intrascendentes que no llevan a ninguna parte y que se reflejan en que México sigue perdiendo lugares en los diferentes índices de competitividad internacional. Ejemplos abundan. La atención política está centrada en la elección del próximo año en el Estado de México y sus posibles implicaciones para la elección presidencial del 2012 y es lo único que al parecer importa. En materia económica, reformas cruciales para el desarrollo del país que están atoradas en el Congreso: la laboral, la energética, la educativa, la de competencia económica, la tributaria, la judicial, la del sistema de seguridad social, etcétera. Llevamos años discutiendo todas estas reformas, haciendo y rehaciendo el diagnóstico y ninguna se concreta. Y el resultado ahí está: año tras año, tasas mediocres de crecimiento económico.
El sector privado tampoco se escapa de tener esta visión de corto plazo. Por lo deficiente e ineficiente del marco institucional prevaleciente, particularmente en cuanto a la certeza jurídica que garantice y proteja los derechos privados de propiedad, las inversiones se hacen con un horizonte de planeación que rara vez supera los tres o cinco años y lo que importa es la ganancia inmediata, recuperar lo más rápidamente posible la inversión realizada.
Es obvio que se requiere una modificación de fondo. No podemos, como país, seguir atorados en esta visión en donde lo único que importa es el corto plazo. No podemos darnos ese lujo porque el tiempo se agota. Ya perdimos 10 años de la “ventana de oportunidad demográfica” y solo nos quedan otros 10. Si no se aprovecha esta década para hacer todos aquellos cambios que se requieren para hacer a la economía una más eficiente, una más atractiva para la inversión, México estará condenado a ser un país pobre, de viejos pobres y las generaciones futuras vivirán en la frustración de ver como una y otra vez se desperdiciaron las oportunidades de desarrollo económico.