martes, 16 de noviembre de 2010

G - 20

Como se podía haber anticipado, la reunión del G – 20 en Seúl, sin que haya sido un fracaso estrepitoso, no fue sin embargo una en donde se haya llegado a acuerdos duros, particularmente en dos materias relacionadas entre sí: la “guerra cambiaria” y la propuesta de Estados Unidos de limitar los desbalances en la cuenta corriente de la balanza de pagos de cada uno de los países.
En la primera materia, el tema central es la decisión del gobierno chino de no permitir una mayor flexibilidad del yuan, misma que llevaría a una revaluación de esta moneda frente al dólar. La decisión de mantener depreciada su moneda, lo que de hecho representa un subsidio cambiario a las exportaciones chinas hacia el resto del mundo, a costa de un salario real menor para los trabajadores de ese país y un beneficio para los consumidores mundiales de estos bienes y de sus sustitutos, ha tenido como resultado un significativo superávit en la cuenta corriente y se ha traducido en una cuantiosa acumulación de reservas internacionales, mismas que se mantienen mayoritariamente en bonos del Tesoro estadounidense. El acuerdo al que se llegó fue el de no recurrir a “devaluaciones competitivas” y una vaga promesa del gobierno chino de permitir un “ajuste ordenado y paulatino” de la cotización del yuan frente a otras monedas.
Y esto lleva al segundo tema: los desequilibrios de la cuenta corriente. Estados Unidos propuso en la reunión que cada país que conforma el G -20 se comprometiera a que su desequilibrio externo, medido como el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos como porcentaje del PIB, no superara en cada año el 3%, propuesta que fue rechazada principalmente por Alemania, China y Rusia. El argumento central de la propuesta estadounidense es que aquellos países que mantienen un significativo superávit en la cuenta corriente deberían reducir su ahorro y aumentar el gasto interno, contribuyendo de esta manera a una recuperación más rápida de la economía mundial.
Aunque esta propuesta pudiese tener algún sentido, esconde sin embargo el hecho de que el desbalance negativo que actualmente se observa en la cuenta corriente de Estados Unidos es el resultado de las decisiones que este país ha tomado en materia fiscal y monetaria, ambas de carácter expansivo.
En materia fiscal, el significativo déficit del gobierno federal estadounidense y su financiamiento a través de la emisión de deuda, mismos que son acumulados por el resto del mundo y que significa un superávit en la cuenta de capitales de Estados Unidos, tiene necesariamente como contrapartida un déficit en la cuenta corriente. A esto hay que agregarle el hecho de que la política monetaria de la Reserva Federal ha sido notoriamente expansiva, “inundando” el resto del mundo de dólares. La decisión que recientemente tomó la Fed de comprar bonos de mediano plazo del Tesoro estadounidense hará que la política monetaria sea todavía más expansiva, lo que tenderá a reflejarse en un mayor déficit en su cuenta corriente, aun a pesar del debilitamiento del dólar frente al resto de las monedas.
El mundo está pasando por una época complicada, caracterizada por una muy débil recuperación del crecimiento económico, particularmente en los países desarrollados. Obviamente se requiere de acuerdos internacionales, pero también es claro que la economía mundial no regresará a una senda sostenida de crecimiento económico mientras cada país, en lo interno, no arregle los aspectos fundamentales de su política económica, en particular sus desequilibrios fiscales.

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