lunes, 3 de enero de 2011

¿Para cuándo?

Transcurrió 2010 y no pasó nada de lo que nos habían prometido iba a pasar. Se desperdició otro año en materia de reformas estructurales y la consecuencia es que los agentes económicos, individuos, empresas y gobierno, seguimos operando e interactuando con un arreglo institucional deficiente, con altos costos de transacción, con incentivos erróneamente alineados, con un mercado interno débil y una economía vulnerable a cualquier choque negativo externo.
Cómo ha sido costumbre, se volvieron a atorar en el Congreso las reformas estructurales que se requieren y la pregunta es si este año habrá algún progreso al respecto. Por como pintan las cosas, se ve difícil. Con elecciones en varios estados de la República y el ambiente para las elecciones de 2012 calentándose, difícilmente los políticos estarán en el ánimo o tendrán la voluntad para emprender, seriamente, el trabajo legislativo que se requiere. Con certeza escucharemos a lo largo del año declaraciones por parte de los diputados y senadores que ahora sí trabajarán para sacar adelante las diversas reformas que nos han sido tantas veces prometidas, pero lo más seguro es que transcurra el año y nada relevante vuelva a suceder.
En este contexto, el crecimiento que experimentará la economía durante este año, después del rebote del año pasado, volverá a ser mediocre, entre 3.5 y 4%, tasa que claramente no es suficiente para lograr un progreso significativo en el bienestar de la mayor parte de los mexicanos. Con esta tasa de crecimiento, no habrá suficiente creación de empleos en el sector legal de la economía, por lo que el número de trabajadores empleados en la informalidad, es decir sin acceso a los sistemas de seguridad social, seguirán aumentando.
En el impasse en el que estamos, queda en el aire la pregunta de qué es lo que se requiere para romperlo y no parece haber una respuesta fácil, dado que aquellos que están encargados del diseño del marco institucional, es decir los partidos políticos y los legisladores, carecen de los incentivos para modificar el que tenemos actualmente, empezando por aquél que los obligue a una efectiva y transparente rendición de cuentas.
Siendo esto así, ¿para cuándo se sentarán las condiciones para los cambios que se requieren? ¿Tendremos que esperar hasta el próximo sexenio? Al parecer la respuesta es sí, lo cual es frustrante ya que el tiempo se agota. El 2025 es la fecha fatídica porque ese será el año en el cual se acabe la ventana de oportunidad demográfica; ya se desperdiciaron 10 y solo quedan 15 años para lograr que la economía entre en una senda de crecimiento alto y sostenido, con una alta tasa de creación de empleos y con una expansión sustentada en un cambio tecnológico continuo en los diferentes sectores de la producción.
No hacer ya los cambios estructurales que se requieren, seguir desperdiciando el tiempo en discusiones estériles, en un continuo pleito entre políticos que no llevan a nada positivo, con políticos solamente preocupados en mantener sus rentas y protegiendo las rentas de unos cuantos privilegiados, lo único que nos depara como país es que cuando llegue el 2025 México estará condenado a ser un país pobre, lleno de viejos pobres, con una fuerza laboral en activo manteniendo cada vez a más individuos que no están en edad de trabajar, sea porque sean niños o ya estén retirados.
¿Para cuándo? Esa es la pregunta.

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