lunes, 31 de enero de 2011

Reforma tributaria

El PRI lanzó al aire la propuesta para homogeneizar el IVA a una tasa de 12%, en lugar del esquema actual de una tasa general de 16% y una serie de bienes, particularmente alimentos y medicinas, que están gravados a una tasa de 0% y otros como libros y educación exentos. La propuesta tiene sus méritos ya que atiende uno de los principales problemas del sistema actual que es el que viola el principio de que un impuesto al gasto tiene que ser homogéneo y neutral sobre los precios relativos. Además, desde la perspectiva de la administración misma de este tributo, tanto para los contribuyentes como para el gobierno, genera mayores costos y permite una significativa elusión fiscal con la consecuente pérdida de ingresos para el gobierno. Sin embargo, la iniciativa presenta el problema de la tasa propuesta, ya que lo que es necesario hacer es incrementar la tasa general, no bajarla.
Y aquí es donde está uno de los grandes problemas del diseño del sistema tributario. Una de las principales reglas de política económica es que si se tienen “N” objetivos que se desean alcanzar, se requieren “N” instrumentos y además cada uno de ellos tiene que orientarse a cumplir con el objetivo para el cual tiene ventaja comparativa. No seguir esta regla, reduce la capacidad de un instrumento en particular para alcanzar su objetivo.
En específico, la ventaja comparativa de los impuestos es, pura y simplemente, recaudar para dotar al gobierno de los recursos que le permitan financiar aquellas actividades que efectivamente le competen. Asignarle al sistema tributario otros objetivos diferentes a la recaudación, por ejemplo redistribuir el ingreso, le quita poder recaudatorio a los impuestos. Es por esta simple razón que se explica porqué en México la recaudación de impuestos federales como porcentaje del PIB es tan baja.
Dado este planteamiento, y dada la propuesta del PRI para homogeneizar el IVA, es que ya es tiempo de aprobar una reforma tributaria global, de fondo, que cumpla dos objetivos fundamentales: primero, fortalecer estructuralmente los ingresos tributarios del gobierno federal, reduciendo la dependencia en los ingresos petroleros y segundo, alinear los incentivos que se derivan del diseño del sistema tributario con el objetivo de un mayor crecimiento económico sostenido, incentivando el trabajo, el ahorro y la inversión.
Son tres los principales impuestos sobre los que hay que actuar. Primero, el ISR a las personas físicas debe establecerse como un gravamen proporcional que se aplicaría a la diferencia que habría entre el ingreso bruto de un individuo sin exenciones y un monto fijo que podría ser la línea de pobreza patrimonial. Este diseño cumple los principios de equidad horizontal y equidad vertical además de que genera un incentivo al trabajo.
El segundo es el IVA, el cual, como se mencionó antes, sí tiene que ser homogéneo y sin exenciones, cumpliendo con ello con el principio de neutralidad e incentivando además el ahorro.
El tercer es el IETU, el cual ya tiene que aplicarse íntegramente, gravando la diferencia entre los ingresos brutos por ventas y los gastos de adquisición de insumos y la inversión fija bruta realizada en el periodo, eliminando simultáneamente el ISR a las personas morales. Este diseño es fácil de administrar y fiscalizar e incentiva la inversión privada en la economía.
Y por último, para los tres gravámenes señalados se establecería una tasa uniforme de 20%. Simple, sin complicaciones. Una maravilla tributaria.

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