lunes, 12 de abril de 2010

Discutiendo la legalización de las drogas

Los titulares de cualquier periódico, prácticamente todos los días, resaltan los actos de violencia que hay alrededor de la guerra en contra del narcotráfico. Casi 18,000 muertos en un poco más de tres años ha sido el balance de esta guerra, una que realistamente no se puede ganar. El presidente Calderón señaló, en este contexto, que no tiene sentido discutir el tema de la legalización de las drogas en México si en Estados Unidos no se opta por ese mismo camino. Creo que el presidente está equivocado.
Obviamente, dado que en Estados Unidos se localiza el principal número de consumidores de estupefacientes, si estos se legalizaran, prácticamente se acabaría en México el problema del narcotráfico y la violencia asociada a éste. En ese país, en varios estados, la posesión y consumo de marihuana para usos medicinales por parte de individuos que se encuentran en tratamiento de quimioterapia ya es legal; más aun, este año se pondrá a referéndum en California y algunos otros estados de la Unión, la legalización total de esta droga, reconociendo, por fin, que no tiene ningún sentido utilizar recursos públicos en el combate al consumo de drogas y que es más eficiente utilizar estos en políticas públicas enfocadas a la prevención y al tratamiento.
La legalización de la marihuana en Estados Unidos representaría para México un choque externo positivo dado que esta droga es el principal producto de exportación de los carteles mexicanos, representando alrededor del 60% del total de sus ingresos. Con la legalización de la marihuana en Estados Unidos, los carteles perderían, sin duda, una fuente importante de poder.
Y ahora la pregunta; ¿debemos discutir en México la legalización de las drogas? Mi respuesta es que sí es crucial discutirla, independientemente de los que suceda en Estados Unidos. Dos son los argumentos centrales. El primero es el enorme desperdicio de recursos públicos que se destinan al combate al narcotráfico en una guerra que es imposible ganar. El segundo, que en mi opinión es el más importante, es el respeto a la libertad individual.
Respecto del primero, dado que la demanda de drogas es muy inelástica a cambios en el precio, el resultado del combate al narcotráfico es, paradójicamente, fortalecer a los carteles. A medida que el costo de dedicarse a esta actividad aumenta, tanto por la acción persecutoria del gobierno como por el enfrentamiento entre los propios carteles para tratar de apoderarse del territorio de otros, el resultado es un aumento en el precio de las drogas lo que se traduce en mayores ingresos de los carteles y, en consecuencia un mayor poder para adquirir armas y para corromper.
En cuanto al segundo, es claro que en una democracia es inaceptable utilizar el poder público para imponer sobre los miembros de la sociedad la moralidad privada, por lo que el gobierno tiene que reconocer la libertad que debe tener cada individuo para elegir qué es lo que más le conviene, incluyendo el consumo de drogas. Que individuos consuman drogas no genera una externalidad negativa significativa que amerite su prohibición.
Legalizar las drogas y utilizar los recursos públicos en programas de educativos de prevención, sería más eficiente que lo que ahora se está haciendo.

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