Como cualquier gran ciudad, la capital de los Estados Unidos Mexicanos, tiene aspectos positivos como son zonas que son bonitas y que invitan al paseo como son el Paseo de la Reforma, Chapultepec o San Ángel; asimismo existe una amplia oferta de actividades culturales (museos, teatros, cines, galerías), así como una enorme variedad de restaurantes, para todos los gustos y, casi, todos los bolsillos. También tiene, como cualquier gran ciudad, aspectos negativos, como contaminación, congestión vehicular, delincuencia y zonas en donde uno arriesga el pellejo si se adentra en ellas.
Sábado 24 de abril en la Ciudad de México, día de ocio y perfecto para la contemplación. Estuve ese día en tres lugares de la ciudad: en la mañana en los Viveros de Coyoacán, lugar ideal para hacer ejercicio o simplemente pasear; en la tarde en Polanco, zona residencial muy atractiva pero que se ha convertido, entre semana, en un infierno urbano, aunque los fines de semana mantiene el imán que lo componen sus avenidas, las tiendas y los restaurantes; finalmente en la noche, a cenar con unos amigos en San Ángel. Y he aquí mis observaciones del día.
Registré a once automovilistas que se pasaron el alto (uno, por voltear para ver si se lo podía pasar, no puso atención a los peatones y casi me atropella). Alrededor de las dos de la tarde, en camino hacia Polanco, el Periférico atascado y en la salida de Chapultepec, con una inmensa cola para salir a la lateral, automovilistas que se brincaban la cola ya estando cerca de la salida (pendejos aquellos que hacen cola). A lo largo del Periférico, un policía en cada entrada para evitar que camiones ingresen a los carriles centrales; pobres cuates, se van a morir muy jóvenes por estar allí parados todo su turno laboral respirando aire contaminado (lo menos que podría hacer el gobierno del DFectuoso por ellos es darles mascarillas con tanque de oxígeno).
En las tres zonas de la ciudad en las que estuve, la apropiación ilegal de la vía pública por comerciantes ambulantes que venden todo tipo de productos, desde comida chatarra hasta piratería y los siempre presentes “viene – viene”, dueños de los lugares para estacionarse. Durante mi trayecto hacia los Viveros y de regreso a mi casa, el absoluto desorden que caracteriza al transporte urbano; microbuses que son verdadera chatarra y autobuses destartalados conducidos por salvajes (¿cuántos de ellos sin licencia para conducir?), echando carreras para ganar el pasaje y obstruyendo dos o tres carriles en Av. Revolución (si el Secretario de Transporte y Vialidad se niega a aplicar el reglamento correspondiente al transporte urbano, que nombren a un sustituto que sí esté dispuesto a aplicarlo o de plano que lo deroguen; su vigencia es inútil).
Un día, como cualquier otro en esta enorme metrópolis, que puede resumirse en dos cosas. Primero, la carencia de civismo por una significativa parte de sus habitantes (culpa, sin duda, del SNTE). Segundo, la más absoluta impunidad con la cual se cometen violaciones a las leyes y los reglamentos. Y el gobierno, ¿dónde está?
Al margen
Queda una semana del periodo ordinario de sesiones del Congreso y, como ya es costumbre, otro que se desperdicia para sacar a México de la mediocridad.
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